NAVEGACIÓN IMPASIBLE Premio de Poesía Calendario 1998 Tercera Edición

[Eduardo Rene Casanova Ealo]

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EN TIEMPOS DE FUEGO Y SAL BROTA EL PERDÓN DE MI CORAZON

A Salvador Redonet

Pronto nos secaremos como flor,
nuestra existencia será atroz doblez
sobre el borde del cristal.
De nada servirán los pequeños sueños
que día a día nos quemaron las entrañas
brotando entre las pausas de la angustia
los viles aislamientos, las notas adormecedoras,
el engaño pausado, las grietas del alma.
Seremos ilustres muertos, apenas
en la memoria del amigo.
Un rastro para una tarde de libaciones,
una imagen de sombras
y sortilegios entre la multitud.
Partículas trasmutando de un estado a otro
sin estremecer el curso de los recuerdos.
Siento miedo de llegar a esa puerta
sin el amor que repartí a los cuatro vientos
y que frágilmente me devolvieron los hombres
cuando les sobró el olvido.
Siempre tuve la certeza
de la incertidumbre de lo hermoso
de la diminuta hoguera mostrando el camino
donde fuimos apedreados por los fantasmas
de un mundo de sicarios y hienas.
Así vagué los sitios que me permitieron
en estos años de sótanos empolvados
buscando un camino hacia los hombres
o hacia ningún lugar que es lo mismo.
Conocí rostros sin labios
perdidos en contiendas contra muros de sal
madres de brazos extendidos a la mar oscura
tierras baldías de peces y panes
y puñales hiriendo las pupilas.
Todo lo que hice fue por hallar
el perdón para mis semejantes.
El reposo para un tiempo
en el que no morirán las flores en soledad.

CUANDO LLEGA LA NOCHE

Nadie vino hasta mi puerta
a obligarme escribir sobre las fantasías
que inciertas se repiten por el televisor cada noche
existieron tan solo signos y sombras
como lobos en el bosque de estío
acechando un desliz de la inconciencia
nadie vino, pero yo presentía las extrañas mutaciones
que devuelven los sentidos en las noches de luna
cuando el silencio se impone como sudor indeseable
y la cercanía del techo se dibuja
tiránica en su desamparo.

Yo quise escribir sobre las ataduras
que nos hacen sentirnos más hierba sin tierra
fue inútil intentar convencerme
de la falsedad de mis fantasías
y el desamparo retornando
como fotos de revistas ilustradas
por el ocre del tiempo.

Yo quise escribir sobre mis desgracias
o lo que es igual las desgracias de todos
con nuestros bártulos decapitados
al borde del mil novecientos ochenta
donde siempre imitamos la pose, la sonrisa
donde nadie pensó en la realeza de los puentes
y la efímera batida del aire
bajo unas alas postizas.

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