La claridad que me inunda (CCCXVI)

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¡Qué duras son las vidas
de quienes escarnecen el amor!
¡Qué amargo frío golpea los pechos
que no lo ofrendan todo al otro
porque no creen inteligente amar!
Es preferible ser señalado
por los yertos alientos
que murmuran y ríen
que traicionar la ternura
que nos reclama el corazón.
Yo soy leal a ti
y amo con valentía,
poco me importa
lo que la poderosa multitud convenga,
yo exalto y glorifico tu llama, niña amada,
como lo más excelso,
y la idolatro y reverencio
por encima de todo lo demás
y, si, por ello, el mundo
ignora mis versos
y el afán de todos mis días
en el fracaso acaba
y mi voz se pierde en el mar
y el silencio cubre mi nombre
y mi tumba queda sola
y rodeada de desprecio,
todo lo daré por bueno
a cambio de no humillar
la devoción que te debo.

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