La miel de mi desvelo (CLX)

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Yo mismo me negué la dignidad,
el sufrimiento y la soledad de mi vida,
yo mismo los metí en mi pecho,
nací en un tiempo
en que el miedo sofocaba
la felicidad de la gente,
todos nos hicimos daño,
todos fuimos cómplices de la crueldad,
el error no se perdonaba,
la fragilidad molestaba y causaba pudor,
la debilidad era casi delito,
estábamos hechos a la imagen
de la piedra tallada,
de un dios que parecía haber dicho
"odiaos los unos a los otros
pues sois mis demonios",
el egoísmo era un espectro
que nos asaltaba de pronto
revelando su inmunda faz
de traición y mentira,
no eran tiempos para el amor
ni para los sentimientos
sino para la vergüenza y el desprecio,
yo mismo me escarnecí
y desprecié mi raigambre,
yo mismo me llené de culpa
y me exilié de los otros,
tenía el alma aterrada
de mi propia suciedad,
eran tiempos
donde no era muy honorable
ser una persona,
todos nos hicimos daño
deseosos de ser otra cosa,
desdeñosos y cargados de malicia,
ya voy abandonando
la ciénaga maldita
donde florecen mis temores,
mi sed de siglos
en ti se sacia
como en el agua más limpia y pura
y mi aliento se desnuda de los otros
y busca su destino solitario
cargada su voluntad irrefrenable
de manantiales de generosidad.

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